domingo, 11 de julio de 2010

El alfarero y la arcilla


Se dice del alfarero que es el fabricante de vasijas de barro cocido, que el al trabajar con la arcilla logra finalmente su propósito, es decir el de formar una vasija.
Antes de sacar la vasija de la rueda el alfarero la examina para ver si tiene grietas. Observa su equilibrio: ¿Es un costado de la vasija más delgado que el otro? Estudia su forma ¿Esta el cuello centrado o inclinado? Nota sus deformidades, analiza los rebordes dejados por su herramienta de madera utilizada en el modelado.

A veces el alfarero deja que permanezca una grieta y la utiliza para realizar la individualidad de la vasija, otras veces vuelve a darle forma o a remodelar un cuello torcido.

En otras ocasiones descubre que una vasija requiere una restauración completa, para lo cual la desmorona y la humedece, haciendo una masa y comenzando otra vez desde el principio.

En la alfarería una vasija arqueada hacia adentro puede considerarse un estorbo o hasta una deformidad, lo que para algunas personas parece una debilidad o imperfección, para otros es en realidad una cualidad importante para su uso.
Con frecuencia somos como las vasijas del alfarero: inclinados, sin equilibrio, deformados y con cicatrices. Vivimos en un mundo lleno de dificultades, donde abundan los intereses personales, la violencia, entre otras calamidades.

Es importante preguntarnos ¿Cómo reaccionamos ante estas imperfecciones en nuestra vida? ¿Cómo nos las arreglamos con nuestras grietas? Una vez más podemos reflexionar con mayor sensatez y un sentido crítico, considerando como punto de referencia al alfarero y la arcilla...




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